viernes, 22 de mayo de 2009

Hombre de sueños


Hombre de sueños

Por qué la marea te lleva
tan lejos; eres feliz sin ceniza que llore.
Cómo es que el alma se esconde. Cómo.
Su aliento en perfecto simulacro de ahogo.
Este gemido de silencio te ocupa;
este gemido embargando- los años-
el camino invisible amarrado.

Desde la paz con máscara, el permiso
está dado, está dado; padeces abrazado de todo
mordiendo las respuestas-lloras y ríes.

Sientes. Respondes.
Lejos la flor de los ojos de angustia
delante de un nuevo día que escapa.
Que escapa de los pequeños sueños
de niña inocente, novia, amante
en la puerta de la viudez encantada.

Que despliega al mundo en goteo,
que sube los rayos dorados
tan blandos en cosechas de labios
y brota en imágenes felices de regreso.

Ves el extraño viaje de las sombras,
de claros azules dormidos, de barcos
repletos de peldaños y doncellas:
humo de esperanza-tuyo-
en gozo al tocarlo.

Que sólo eres el brillante espejo,
que sólo entre mil horas luz de templo,
que eres hombre de sueños
y bestia dominada por tu espíritu.

Mira, como si las barreras no existieran;
la vida descubre el tiempo tuyo
de estas espinas dobladas,
de estas alas en dulce aleteo,
de esta música que abre secretos,
que abre la palabra desnuda
multiplicando amapolas sin dolor
con aire y vuelo de ojos satisfechos.

Que sólo habitas la casa prestada,
que sólo el borde de la cama es tuya,
que eres hombre de sueños
y brazos rotos en el pasado.

Lejos del sitio que ya no miras,
delante del llamado: contigo,
que te arrincona como ciego
al contemplar al sol que te aguarda.

Lejos de lo confuso,
delante del mar apacible,
que descubres el sudor de los fuegos,
el aguardiente de sus labios,
el palpitar que enciende aroma,
voz, jardines y memoria.

Que sólo canto en tus manos,
que sólo ternura en tu cuerpo,
que eres sangre y piel de sueños,
que engendra el miedo de perderlos.


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