viernes, 22 de mayo de 2009

Viajeros


VIAJEROS

Ellos son viajeros con sueños de oro que miran
los lugares escuchando la belleza.
Por las noches la tierra se convierte en cielo
y duermen descubriendo sus secretos;
escuchan las playas de la ternura
con el silencio vestido de iglesia,
con el hambre de nostalgia y su verdadero siempre.

En su caja de extraños anónimos
el nunca está despierto
y el tiempo olvidado es tren de regreso.

Las mareas se despiertan
en tormentos con billetes de lotería
premiados
y se sumergen en el corazón de su adolescencia
llevando las ventanas abiertas
con fresco flotando las sonrisas
en banderas amorosas.

Escuchan los momentos con el sabor
de los abrazos,
con el sabor de los regalos
descubriéndose con párpados azules
y las estaciones llorando de alegría.

Viajeros con el aire esperanza,
guerreros alados en plenitud
con las bestias desplumadas
escuchando la copa de la distancia rota.

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Ricardo Serna G

Vivo y muero


Vivo y muero

Cuando la tristeza nos la prestan,
cuando la luz se asfixia,
cuando la lengua está amarrada,
cuando hervimos con sus ojos amargos,
cuando el ruido, cuando aullamos
de la limosna de su llanto.

Vivo con su herida,
con la rigidez del sufrimiento,
y muero del tiempo,
de la desventura,
del dolor que es caldo en su boca,
del poema escrito con versos de sangre.

Vivo del regreso del viento,
de los ojos en cobijas de espanto,
y muero de la desolación,
de melancolía
dibujada en la palabra muerta,
del poema escrito con versos de hambre.

Vivo con la mano cerrada,
del impulso de mi ceguera
y muero en el insomnio,
en el vacío
con gritos que se consumen,
del poema escrito con versos sin memoria.

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Ricardo Serna G

Ojos secos



Ojos secos

Confieso que he llorado, que he llorado
con los ojos llenos de lágrimas, de lágrimas
que amargamente enjoyaron mi esqueleto;
que su sabor enmarcaron los pájaros alegres
de las promesas,
que anudaron los retratos del trigo y el azadón,
el milagro de la delicia del paso firme
con raíces de domingo,
del jarabe con boca de alas de oro.

Confieso que Neruda y su “vida y muerte de la mariposa”
caen con sus grandes terciopelos a mi alma,
y veo en mi copa de vino
una lluvia de manantiales azules,
el mar del deseo con llaga abierta.

Confieso que he llorado, he llorado
con el abrazo de la despedida, de la despedida
de las esmeraldas con lengua de viajero
y canto de espinas en silencio;
de la vida de árbol con banderas
bajo el humo de la embriaguez del tiempo
y de la vergüenza del olvido.

Confieso que Sabines y su “corazón me recuerda”
caen con agua de muerte,
de tumba abajo,
de relojes con retratos caminando hacia atrás
y descubriendo los ojos de luna,
el vientre que nada en las tensas líneas del insomnio.

Confieso que he llorado, he multiplicado
la soledad de la noche
al compás de la respiración, de la respiración
de los ríos en el espejo que nos doblega,
de la moribunda espera que alumbra
el enjambre de la ceguera desvelada,
de las manzanas verdes con flores marchitas.

Confieso que Ibarbourou y su “retorno”
caen con cántara llena de espinas,
del llamado de las rejas del parto infinito,
del dolor amante,
del alma huérfana,
del fuego que habla de noche desnudo.

Confieso que mis ojos están secos, secos
de tanto llorar mis muertes, mis muertes
silenciosas vestidas de distancia
con aire y ceniza de sed amordazada;
secos con furia invisible que nos dispara la sepultura,
el alba victoriosa ceñida de piel en sueño
con fauces de abandono y vigilia.


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Despierto con su voz



Despierto con su voz

Yo reconozco al hombre que multiplica
de su boca florida la fuerza de la verdad;
yo sé, yo siento su música que sigue
preñada de signos que vuelve oro
la palabra de cristal y
trono al polvo enviudado de nombres
y banderas suicidas, y
alumbra al pan de la vida,
del aire para ser comido
en la mesa ceñida de hermandad;
comulga con acento de bienvenida y
huella de cimientos de esclavitud
convertidos en tierra despierta
con alas de herencia espiritual , y
mueve con su sangre infinita
los nudos escondidos en la carne,
enemigos vencidos
por el mañana con su mordedura
que mata la indiferencia;
mantiene el ácido silencio alejado, y
el cartel polvoriento en la cama moribunda,
la asfixia visitando su muerte,
la almohada despoblada y
lo perdido en un jardín que escucha.

Yo, despierto con las ramas verdes y su luz;
despierto con su voz, como el día
frente a su lluvia, vivo. Lo verdadero.

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Las hojas no escritas


Las hojas no escritas

Yo, con cólera y envidia en silencio;
con rabia, con mi voz -como mujer-
despierto deseando
la música que acaricie mi rostro,
los latidos de mi alma que nadan
en soplos y burbujas inválidas,
en la jauría de levaduras subterráneas
sin batalla, sin brasero;
a oscuras despierto demente,
con las hojas no escritas,
con el mudo sustento que vigila
el llamado del sueño perdido
con muros que se romperán
en las sedientas manos de lo desconocido,
con los párpados de cementerio
que descubren que la muerte
no acepta el conjuro de su cuerpo;
abro el canto insistente
de mariposa en olas de guirnaldas
con la bilingüe raíz y follaje
en la transparente jaula
del tigre transformado.

Siento el tiempo pasar, vivo,
con el rumor de la noche,
con el sudor del viento,
con la llaga en la espada, sin moverme.



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Ricardo Serna G