lunes, 30 de junio de 2008

Aliento de invierno



Aliento de invierno




Arrójate en el grito de la piel
estrechándote a la paz de los cerezos,
arrójate a esa espada sin retorno
con la última mirada del tiempo
que es más vida
de antes y después
que la nieve vista el viento.
Escúchate con las furias del reclamo
con el castigo en danza
de lo que fuimos y quisimos,
escúchate entre flautas y los ojos
de la remota lengua de estrellas
en sus tibios nombres del deseo
sin olvido
con blancas noches
en maternidad de voz y luz.



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Ricardo Serna G

El silencio entre los versos



El silencio entre los versos


Cuando bailan, bailamos. Después
la vida no ha estado viva.
Cerca. Entran por la ventana
un recuerdo, un instante que es

caricia de música; el rocío.
Cuando bailan, bailamos. ¡Que se detenga la tristeza
en la red de los dormidos párpados! Después
los cuerpos beben el agua suave del aire

anunciando el lenguaje de los sueños:
el silencio entre los versos
blancas llamas en el vacío de los cuerpos
con espadas de edades en refugio

nuevamente solas sin semillas. Después
la muerte no ha estado muerta
al cerrar los ojos todo ha cruzado
y somos otros aguantando

las hojas verdes. Cuando bailan, bailamos.
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Viento despierto



Viento despierto


Resuena en una viva luz
que sostiene la noche
y en sonrisa otorga
un vaso a mi sed de hermosura,
aleja esa extraña sombra
que mis manos acaricia
cuando el tiempo en leve soplo
palpita el polvo del martillo;
resuena en una boca de nombres
sin cerrar los ojos,
maestra en disciplina
que danza al destino
de la alegría
flotando en la dorada faz
de la mirada y la gloria;
que sostiene el espejo del alma
con las palabras que son semilla
y cosecha de la fuerza del mañana.

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No, no quieres amar



No, no quieres amar


No, no quieres amar
si la noche es un difícil instrumento
es el abrazo del rostro derribado
entre las barreras de las cenizas
y el fusil de la caricia sin lectura
el contenido puño que lleva al ocaso
y la lluvia de la tierra
en señal de que la llama
es un recuerdo, es
cárcel, es
duro golpe sin retorno
con manto de arsénico, con
páramos sin ángeles de almohada, con
espalda en llagas por las espera, con
otro yo, con otra
lámpara en la oscuridad, con otro
sol con cruces enterradas.

No, no quieres amar
sólo quieres cerrar los ojos, con
renglones de ausencia.


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Asesino



Asesino


Asesino, olvidas el lecho del parto,
la marca del infierno en tu voz en náuseas
y el despreciable botín
dibujado en el rostro de tus víctimas;
el sueño que aguardaba en la cruz
de hierro, en las mejillas del miedo
y en los deseos santos
de pequeñas flores en canto
de tempestad como su mejor suerte;
el escaso espacio sin respiración
sin aroma que quedó como estatua
en el viaje de andrajos guardados
en ruinas de constelaciones
con cofres de fatiga
y prostituida con temor y cobardía;
la historia de polvo futuro
en llanto, dolor y locura.

Asesino, hallarán tus restos en el fuego.


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Yo te amo



Yo te amo


Yo te amo…así como soy
en el mismo bosque de mis palabras
con apariencia de viento en libertad,
con las manos de pasajero
pronunciando la vida,
con venas de arena y playa,
con el sol de pecho ardiente
y pez que se asfixia
con los sueños desarmados;
así como soy
crucificándome antes de morder
el manjar que nace de tu boca,
el disfraz que cubre las ganas
de sirena con lámpara
de grito en reclamo;
aquí, con el silencio,
con labios de primavera,
con la tormenta que vive
el tiempo de los nudos
del recuerdo
en suspiro de éxtasis de luna;
más allá, de los días fatigados,
que no alcanzan con su danza
a celebrar las luces
doradas de la cosecha
perdida.

Y pongo mi hambre
en el plato que sonríe sin frutos.





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