domingo, 30 de septiembre de 2007

Háblame




HÁBLAME

Y de tu reino,
háblame, como tu sabes,
procedente del cielo,
poco a poco, del infinito abierto,
con las ricas luces divinas,
con la palabra disfrazada de murmullo,
donde el viento enciende la luna con sus mensajes.
Veremos surgir los cuadros y los vestidos de fiesta,
las madres y las hijas de la blancura aferradas a sus
bondades,
la ausencia descubierta con corazón de vida y miedo,
y la boca de lo eterno bebiendo mis ojos;
donde un chorro de agua limpie mi vieja costra.
Veremos correr los fantasmas sordos y mudos,
las herramientas oxidadas del desierto,
la sangre en su silencio
y las huellas de los deseos absurdos,
donde una voz, la Voz del cántico nuevo resurja.
Oiremos la bocanada de aire dentro del espíritu,
las fibras batir con sus alas los males,
los sentidos brotar más allá de la indiferencia
y amarremos con sus hilos de encanto
por la faz de tu santo poema.

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DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS
Ricardo Serna G.

viernes, 28 de septiembre de 2007

En los vientos- de la serie "Cuando tocaremos el cielo"




VI

En los vientos,
la última palabra, en los vientos
el círculo del primer día,
mil labios que enriquecen
los regresos.

Corrían como arenas ebrias de nombres,
de letras retenidas
para rescatar los altos muros,
las rocas,
la desnudez del tiempo.

La última página, en los vientos
el llanto de los olvidos,
y las voces mitigando el deseo,
la mano donde se llueve descanso,
el tono que habla del silencio
y el relato que mece los monólogos.

Corrían como guerreros heridos
con ropa sosteniendo los años, corrían
de pasos clavando desperdicios.


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Ricardo Serna G

Lo que dejo





Lo que dejo

Un retrato, lo que dejo,
seco de luz y agua,
sin que nada se acomode
en los rincones;
una calle gastada por las pisadas
llena de sombras,
de títeres de mi historia;
un vacío levanta el polvo del diario:
círculos de ventanas cerradas
enloqueciendo al sudor de los tiempos perdidos.
Viven viajando sin mí,
sin mis poemas,
con la triste cara
del sufrido hueco del olvido;
con el muro apagado,
la recámara sin sílabas,
de la fiesta desierta
inclinada al invierno
y los antros que dominan
al cordero y al tigre.
Dejo para hoy,
despojado de sonados reinos nupciales,
la flor en el mundo de boca ardiente
que devora la gracia de las ilusiones,
la nada convertida en un instante perfecto:
el desnudo de la mujer amada,
la felicidad antes de la muerte.
Para hoy; el cielo,
las mariposas abren sus alas
y se comen el sol de la tarde,
la luna abre sus sueños
dejando estrellas como canto; la tierra,
donde se duplican las manos,
la cuna,
la lira,
la ceniza del paraíso,
vuela conmigo
en la paz abriendo con plegaria
el cerrado espacio.

Lo dejo, en su momento.

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Ricardo Serna G

jueves, 27 de septiembre de 2007

Hoy la calle




Hoy la calle

Hoy la calle remolinea la arena en la cara,
se levanta cubierta con los ecos del viento,
con una voz que se aferra a las heladas muestras
de los días de antaño-de hambre-,
donde el llamado del tiempo
cava las máscaras en el agitado galope de la vida,
en las horas de aire y luz volando,
en el desorden de conciencia guardada en gavetas de sombras.
Cava en la esperanza
donde las pisadas de medio cuerpo y alma
insisten al alba con sus oraciones;
donde, cada hora, empuja,
en las ramas desterradas por la sed de justicia,
el penacho de su agonía.
Hoy, las flores, flotan con los troncos
en el agua,
la fe llora con los dioses y su destino,
en grotesco vestido con sueldo de pobreza,
con las copas llenas de espera,
y, hablan de corrientes sin retorno;
la dignidad enlutada mira al espacio,
en vértigo de paciencia,
en reclamo del dueño
que anuncia las últimas cuerdas
desafinadas.
Las blancas prueban el último sonido
para participar en el desfile de lo imposible,
el asombro en sus pétalos
que se ciñen en el cuello de duelo;
las rojas, en anónimo encanto, llevan
impreso el fuego del silencio,
al margen del musgo,
para gemir y apretar las correas
de otro silencio.

Hoy, el suplicio, se ha calmado al fin,
pero el bálsamo de los años
descalza la noche de sus sueños.

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Ricardo Serna G.

Después que pisamos la piedra



Después que pisamos la piedra

Después que pisamos la piedra
el polvo se levantó,
el sol ha venido a calmar los demonios
y a revelar los secretos;
la voz-después- se hizo nueva
entre el puerto de la vigilia
y la leve parcela de los misterios,
en el tiempo con escarabajos saliendo del lodo
y comiendo las cifras exactas de tu odio.

Ha sido en vano, desheredarme de la nada,
edificar en mi sangre el nombre de tu iglesia,
recitar la orden que acomoda en la silla
el estruendo de la metralla;
despedazarme en mil hombres en noches de lluvia,
en esferas desveladas,
en ardientes sábanas
girando en el teatro de la vida,
descubriendo que los remolinos
sólo gimen la miseria del pensamiento.

Después, con los ciegos desórdenes,
tejeré el día,
el blanco episodio a la orilla del suspiro,
el agua interior que liberará los hilos callados,
dejando la muerte extraviada en la ceniza;
borraré el pecho detenido
agitando el pozo cruel de los recuerdos,
y, vestiré los deseos imposibles
de zonas de duelo
con una luz cubierta
de rostros de tierra.


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Ricardo Serna G

martes, 25 de septiembre de 2007

La primera vez



La primera vez

La primera vez, llegó
en un tiempo de brillo
con la luz de los árboles de poema,
con los pájaros volando en verso
clamando el aire de vida
sin ataduras, con un beso en la frente.
Un hombre con el rostro de día,
con el rostro en nombre sin herida,
asomando la palabra, imagen
hijo pleno del texto de la mano,
de tu mano, el centro de mi sueño,
la respuesta hasta el jardín de los años
con sol de cielo, voces de gracia,
abrazando el velo de los pensamientos
en el juego cristalino.





La primera vez, llegó
ávida de cabellos creciendo en mis manos,
fruta de espaldas y cuerpos en flor,
sin visiones con violines nombrando los astros,
la humedad temblando de alegría,
y la mirada deshaciendo hambres de paraíso,
en escape respirando el olor
del lienzo pintado de pie.
Un hombre con rostro de vino suave,
el rostro con el color de sus primaveras,
la textura que se ahoga en el manto de la fiebre,
en el sonido de lo nuevo
y el sello que abre los ojos del recuerdo
hasta que el silencio hable
con su historia.





La primera vez, llegó
con jornadas de sombras
entre las profundidades de la tristeza
para decirte que las olas te salvan,
que el ciego sabe llegar en su velero,
que la sábana cae después de la tormenta.
Un hombre con el rostro de camino
recorrido, el sueño con diálogos augustos,
con los ojos en regio disimulo,
extraviados en los lutos sin olvido,
con la frente en alto,
con la presencia de desolados aposentos
y las huellas de cristales
desbocados
con luces peregrinas.





La primera vez, llegó
y también el tiempo
como piedra que aplasta
o cima que anuncia el sitio,
viejo tronco que acoge
lo que guarda la esponja
de la felicidad.
Un hombre con el rostro de telaraña,
el rostro que sostiene las señales,
el hueco donde danzan los años,
la piel lavada con agua bendita
y llanto de memoria,
bajo un lugar
de palabras futuras
por primera vez.

Vuelo digno




Vuelo digno


¡He visto los momentos de verdad,
de los dedos del cielo con escaleras
bajo el plato pálido en reflejos,
del silencio donde no queda tiempo!
¡Los he sentido en el lecho, enfermos y tristes,
rodando los sueños al final en cabellos de nieve
en suave dolor calmado,
donde las manos saben callar la pasión del cisne
y nadar el adiós tejiendo sus palabras de oro!
¡He vivido el perdón en espejos
atravesando el alma del milagro,
la raíz, la voz que respira,
el sentimiento, la mentira en deshielo,
la danza de las hojas del árbol, herido!
Los he visto en la orilla pintando el cuadro
del fondo de los recuerdos,
el rugido de las pesadillas,
la imagen con los ojos cerrados
y la muerte digna con la llave de la luz.

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Ricardo Serna G

Flores en mi pelo



Flores en mi pelo

¿Ni la verdad muere, ni esa tímida palabra
que se guarda conmigo en mis años;
existe como lluvia que también dolía
en romántico cuerpo que con cuerpo soñaba?

Cerraba a la luna en los pliegues de mi falda;
y el viejo mago desnudo sangraba en violines
de futuro, en humo, en fuego, en agua,
con los crines plateados de caballos
bailando en primaveras inventadas ;
y los cazadores, también desnudos,
entre puertas de brillantes ojos
con olor de incienso salvando los miedos,
tras la noche de huellas de verde viento
arrastrando las mariposas blancas,
el cuento de las maravillas vaciando las penas;
y el hombre, sin años de soledad,
en vela, seduciendo las ciencias del cielo,
las manos de nieve como huracán de ensueño,
mirando mi rostro, descubierto, eternamente de espera;
y las flores, en mi pelo, como princesas
del dilema, el tiempo corre en los acordes
de la sangre, en la misma historia,
el mudo ángel con dulzura se extravió en la tarde,
se perdió el vacío, a su paso la corriente
del dibujo de colores con escalera al centro.

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Ricardo Serna G

lunes, 24 de septiembre de 2007

El hombre del retrato



El hombre del retrato


Tiene telarañas el hombre del retrato.
Es sólo calma y súplica ahogada,
acordes de un eco en colores,
notoria seriedad en azules vanidades.
Dibujo de sonrisas tocando las aspas del silencio,
la esperanza desnuda aterrada detrás de sus dientes,
el culto bajo el plato verde de sus labios
y la moneda escondida en su alma.
Es rama en la inercia del secreto
que crece navegando en hilos de sueño,
en mar de voz y miradas en angustia
traspasando la carne, en señales,
de conciencia en gotas púrpura de tormenta.
Son ojos de encanto.
Son luz de estrellas buscando su dueño,
la vida en pausa, sutil melancolía,
rastros de crímenes y entierros, son
historias condenadas al olvido.
El reloj que marca sus cicatrices,
vértigo que desciende del río que choca
y combate la cíclica sangre de la nave
con zarpazos de espaldas de luna.
El cuerpo, es despojo de fantasmas,
Un bosque antiguo con traje de sueños y paz,
el agua que bebe los dolores,
las verdades,
la edad de las mentiras,
el colgado viento de lo repentino,
el cuento en versos simples
-lo invisible-,
vencedora de muertes sordas,
con perros guardianes y sortilegios
viajando en el silencio vivo.
El alma en su habitación dormida
bajo los añicos de nada,
con el deseo solitario de abrazar los paraísos;
alejarse de los retoños del ocaso,
dentro de los estragos de qué desvarío.
Afuera el sol canta en olas de polvo y piel.


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Ricardo Serna G

Granito de arena



Granito de arena


Es - la vida que se partía
cerca del beso risa del sol
naciendo entre las olas-
un granito de arena,
como libro manchado en el aire
anclado entre el mar de fantasmas
y los rostros del tiempo.
Una vida
que en la orilla se muere en incendio,
en miradas muerte alucinantes;
llora como espera,
como un ruido en aliento de despojo
voraz abraso de los hilos del destino
-y se duerme en las lunas con cantos
de sirenas, de estrellas,
del espejo distante cautivo. Un granito
usurpador de espacio tirado
y desgreñado en tímido silencio,
ocultando las nubes de polvo
con ebrias palabras en su pecho.

Allí, en su suelo libre
danzará sus soledades.

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Ricardo Serna G.

Y porque eres viejo



Y porque eres viejo

Y porque eres viejo, tu nombre
es una red de azules,
tu cuerpo, donde la noche se pierde,
es destino de ventanas abiertas,
con esquinas de piel mirando
los recuerdos que desbordan sueños
de victorias y derrotas. Tu nombre,
es de silencio, de encuentro fugaz,
de rojos
tostados por el calor de la canela en fuego,
de las rutas en espinas,
reclinadas en la arena de la indiferencia. Y
porque las señales de vasos vacíos
con grandes esperanzas muertas
se devuelven en el alba
como banderas envueltas en el miedo
de las miserias. Y porque
eres viejo con la vigilia mojada
de secretos y olvidadas experiencias,
con hojas de demencia herida,
apresurada puerta que palpita
con rostros en desorden. Es una red
de verdes, caravana de flores
cubiertas de distancia,
de horas que descienden
en muletas sin pasos,
de estatuas de ausencia
que ruedan en el polvo
de espejismos en huida.
Tu cuerpo, donde el licor de las arrugas,
es el tónico predilecto
de los ecos generosos de los años;
y duerme con el manto blanco
que llega con humilde solemnidad
desde la callada torre
de mosaicos en monólogo.

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Ricardo Serna G.

Cuatro sonetos



CANTO DE LUCES


Como el agua del cielo como río
mojando suavemente nuestra cara,
la sonrisa del sol aunque secara,
es un canto de luces tuyo y mío.

Es un rayo de amor. En Él confío,
es paz, felicidad y entrega clara,
es LUZ de Dios tan regia que no para
de alumbrar nuestro ruego en verso pío.

Como pan y licor de eterna vida,
siento tu cuerpo y sangre en alma y venas,
correr como caricias y comida
espiritual que alivia tantas penas,
de angustia y soledad tan contenida.
Mi fe: Dios es amor y gracia plena.




LLUVIA DEL ALMA


Melodía del agua como fuente
brillando como luz sobre las llamas,
casi música, cantos casi dramas
en mar eterno signo del presente;

como mar de dolor mar remitente
de lágrimas en gotas hechas ramas
de cristal en espejos que aún amas
y recuerdos de fuego en su corriente;

como un hilo en silencio sin su gloria
en un tiempo feliz hoy tan ausente
mil flores de pasión ¡voz en penumbra!

sin jardines de vida en la memoria,
sin piel y alma con llanto irreverente,
aroma de esperanza que no alumbra.




¡ALEGRÍA!


Con los ojos en olas embrujadas
por miradas cubiertas del encanto
de la sonrisa azul ¡brillante manto!
derramado en mar, cielo, ¡luz de hadas!

¡Oh!, túnica gentil color y magia
en el alma con viento suave y fuego,
es música de ángeles en ruego,
alegría en fulgor que nos contagia.

Vestido que nos presta su belleza
al cuerpo con sus gritos de insistencias
colmando al corazón al mediodía.

¡Oh caricia!, deshoja la tristeza,
donde brillo y miradas son ausencias
y alegría, el amor, canto del día.




LA MÚSICA


Sonido de una música sentida,
música al corazón casi llorando.
Esperanza temblando, luz sangrando
de un viento suave, cálido de vida.

De sensación vibrante puñalada
en felicidad plena y escuchando
el lucero más grande va avanzando,
el rayo interior, alma de mirada.

Dame un poco del fresco mar cualquiera,
de tu brisa y dulcísima armonía
haz que el ritmo infinito toque y quiera

romper todo el silencio de ese día,
ábrenos esta hermosa y fiel espera
esperanza, luz, alma al mediodía.


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Ricardo Serna Gutiérrez

Justo ahora




Justo ahora hablo
en el regreso de la noche
y las lenguas de los ojos confundidos
-los suspiros se anudan
con las tinieblas que fusilan
el descanso-,
¿qué frutos de atrapados labios
en el silencio viven en la red de sus serpientes?
Un dulce aroma que se entrega con los nombres
sin nombrarse;
un retrato en el curso del tiempo,
con el pecho en alto,
que desciende por el viento,
señal de gracia y calma;
los restos, que repiten la resurrección
de los olvidos,
con la brújula para espantar
las grúas que levantan las hamacas del sueño
hasta el cielo;
los que están navegando,
después de perder el rumbo
en el fondo del mar,
en vela y agonía,
raíces para poblar
otras memorias.

Duermen con sus huellas y escombros
sin voz.


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Ricardo Serna Gutiérrez

En algún lugar



En algún lugar el suspiro,
el nombre,
los recuerdos dormidos
encuentran las ventanas abiertas
y la red del suplicio de los instantes
bailando con las noches del sueño,
tomando el vino del cuerpo en cenizas,
el silencio en restos de hojas
con palabras mezcladas con el otoño.
En algún lugar,
Las cicatrices
en luz de viaje-del tiempo
que pega el traje a la piel
y se inclinan en los rostros
que respiran las piedras,
las frutas lastimadas
en espera
del remolino final-,
limpia las veces que suma
los momentos
y resta los mismos ojos
del futuro.
Estarán con los labios
de la sabia de la soledad
que sube al cielo
de regreso.

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Ricardo Serna G.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Sé que es mejor




Sé que es mejor
dejar los recuerdos,
los gastados pensamientos,
hasta las lecciones castigadas
por los necios sueños
de palabras que han naufragado
en su significado,
en su silencio
de tanto sumergirse en el abanico
de nombres,
de vida, de muertes
de lo cotidiano;
sin poder transitar en el viaje
con la ira doblegada,
con un aroma
de rosas
bajando con gestos
de nobleza.

Dejar la senda de los secretos,
lavar las dudas
con la vocación de la lluvia,
con la voz,
con garganta limpia
en donde las sombras tengan
la huella extraviada de las fiebres;
arrojar los gusanos de las agonías
hacia los olvidos sin dones
midiendo las ramas débiles
sin frutos y rompiendo sus armas;
mitigar el corazón del poeta,
cerrar la herida
con oraciones que lloran la presencia
de la noche de piedra,
con el olor de las manos que acarician
el caballo devastador de esperanzas.

Sé: tengo la certeza teñida
de un nunca ahogado,
de un puerto imaginario
con grandes reinos,
nuevos,
labrados
de modestas pertenencias.
Dejaré el pasado.




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Ricardo Serna G.

Te llamo



“Te llamo”


Te llamo con los ojos
a lo profundo del cielo.
Te llamo con tu nombre
en un llanto de nubes
desde la luz y golpe
frío de sus vientos.
A lo profundo de los días
te llamo como ave perdida
que cruza el verano
del horizonte.
Hacia un mundo ausente
de rostros
donde las palabras
regresan sin su sabor.
Con tu nombre
te llamo en medio de la noche
rodando el sueño vacío
con voz de boca besando
y cabellera consumiendo la sencillez.
Y en un llanto
te llamo como relámpago
en ruinas de bendición,
retirado y ciego,
sin poder lavar las huellas
que resuenan
en mi ocaso.


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Ricardo Serna G.

Pensando


Estoy aquí pensando en los días.
en mí, en las naves del olvido,
en el disfrazado quebranto
que llora a solas
con brillo de noche ausente,
en el secreto que rompe silencios
al borde de la almohada;
no lejos,
desde la tristeza que abre dolor
en desnudos de palabras,
desde la pobreza, que grita
la mordedura de mil batallas,
desde adentro, de rabiosa
condena de ojos que no son míos
y despiertan respirando
los cuerpos del recuerdo en calma;
por lo que no fue, alguna vez, atado;
por la sangre, por el último día, que pasa;
por lo que sea, en el temblor de la voz.
Aquí donde nada me pertenece,
sólo el adiós anticipado,
mis cobijas que me visten de sueño
y me quitan el frío. Pensando.


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Ricardo Serna G.

Libre




“Libre”

Libre,
del miedo,
de las voces que detienen,
de la herencia
que limita los frutos,
de lo que nada contiene,
recoge
o debilita las armas
del alma
que desnuda
la llaga del camino
y convierte eternamente
la derrota en sueño superado,
en cuerpo supremo
con el diálogo del espíritu
madurando la entrega,
y, meciendo las noches
en el vaho de la red
del destino.... libre,
del suelo,
de la vid que propicia
la congoja
que mezcla la sangre con el vino,
los peces con la arena,
los ojos de suerte
con rutas bautizadas;
del árbol
clavado en los principios,
en los finales,
sin dormir en la hamaca
de la sonrisa de los años…libre,
del caudal de las fiebres,
con el océano
que nos nombra,
protegido de la diestra
y venciendo las bestias dormidas.




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RICARDO SERNA G