viernes, 22 de febrero de 2008

Que la palabra no sea palabra





QUE LA PALABRA NO SEA PALABRA


Que el comienzo reconozca el regreso,
de sus secretos que respire,
que golpee el desnudo de la nostalgia,
y, luego, dé señal de su aroma
abandonada con sus medallas de tiempo;
que la palabra no sea palabra,
que sea poesía,
música con hilos de horas,
falso rugir de huecos,
grito al fondo de la desventura,
que la sangre no sea sangre
sólo el sonido de las huellas
en breve desvelo que respire,
que el rincón no abra sus heridas,
sea sello, energía, ventanas abiertas
como tristeza desteñida;
que la materia no sea materia,
que sea humo detenido,
llamado del silencio que espera
de su largo limbo,
que la voz no sea voz,
que sea llave para vencer la máscara
del laberinto de la vida que respire.



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Ricardo Serna G

Febrero es mi nombre





Febrero es mi nombre.

Febrero es mi nombre,
algo en el claro traje de mis ojos,
mezclado con el aire de duelo
el despojo erguido preso del letargo,
el laberinto que lleva impreso
el lienzo del rostro de la muerte;
algo que detiene la agonía
del hombre que extiende el sueño
a través de la soledad que abraza
en el recuerdo de la flor perdiendo sus pétalos,
de la mujer cayendo sin luz que le agobia
y detiene un año más de su existencia.
Algo de la pesada armazón que cubre la memoria,
viejos lechos que llenaban las hogueras,
las tristezas con humo de alegría,
el enigma dando fe
del vacío lleno y de rodillas.
Febrero es mi nombre,
escarcha de años que agonizan
entre cortinas y aposentos.




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Parece que fue mañana





Parece que fue mañana.

Parece haber perdido las horas.
Dejó las últimas voces,
las últimas palabras en el cielo
hasta exhibir el leve sueño
donde no encuentra
el hueco para llenarlo de tristeza suya.
Parece que están encendidas las hogueras
donde los quejidos avanzan a través
del silencio vestido de fantasma.
Dejó los últimos rostros,
los últimos reclamos en la tierra
hasta gemir el loco sonido
con sombrero corriendo
por los viejos sauces cansados
ante los ojos de relámpagos suicidas.
Parece que fue mañana.
Dejó el último pasado,
los últimos frutos
hasta sepultar el húmedo barro
debajo de los pies del lienzo
pobre de la vida,
con la última hambre,
con la última espera.


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Han desaparecido





Han desaparecido

Los nombres, han desaparecido, cayendo
en el tiempo;
después-la voz se hace silencio
en la húmeda tierra de otro cielo
con vaga huella
en el vértigo de los sueños-todo
se escurre en esa muerte
que no lava la sangre de la herencia,
que otorga el rugir de los huecos
con banderas de agua al recate
y duerme el helado hastío de promesas.
En el tiempo, cayendo los nombres,
con el sonido de la memoria
con la cuerda que consume los instantes
destilando el vino fiel que aniquila
entre los ojos llenos de manos
y los vientos llenos de olvido.

Han desaparecido, derrotados en la fiesta del viaje
cerrando la luz que arrastra el invierno
y las horas del pan de cada día;
después-otro velo cayendo como música
entre los muros-todo
se detiene en esa vida
que no lava los ramos de flores,
que cortan despacio las sombras
con bocas de asombro
y despierta el cálido lienzo en vuelo.
Han desaparecido, los nombres, cayendo
con el crujir de mis huesos.



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