lunes, 24 de septiembre de 2007

El hombre del retrato



El hombre del retrato


Tiene telarañas el hombre del retrato.
Es sólo calma y súplica ahogada,
acordes de un eco en colores,
notoria seriedad en azules vanidades.
Dibujo de sonrisas tocando las aspas del silencio,
la esperanza desnuda aterrada detrás de sus dientes,
el culto bajo el plato verde de sus labios
y la moneda escondida en su alma.
Es rama en la inercia del secreto
que crece navegando en hilos de sueño,
en mar de voz y miradas en angustia
traspasando la carne, en señales,
de conciencia en gotas púrpura de tormenta.
Son ojos de encanto.
Son luz de estrellas buscando su dueño,
la vida en pausa, sutil melancolía,
rastros de crímenes y entierros, son
historias condenadas al olvido.
El reloj que marca sus cicatrices,
vértigo que desciende del río que choca
y combate la cíclica sangre de la nave
con zarpazos de espaldas de luna.
El cuerpo, es despojo de fantasmas,
Un bosque antiguo con traje de sueños y paz,
el agua que bebe los dolores,
las verdades,
la edad de las mentiras,
el colgado viento de lo repentino,
el cuento en versos simples
-lo invisible-,
vencedora de muertes sordas,
con perros guardianes y sortilegios
viajando en el silencio vivo.
El alma en su habitación dormida
bajo los añicos de nada,
con el deseo solitario de abrazar los paraísos;
alejarse de los retoños del ocaso,
dentro de los estragos de qué desvarío.
Afuera el sol canta en olas de polvo y piel.


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Ricardo Serna G

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